Deicide Behemoth Nighogg

Crónica del Tártaro con Behemoth, Deicide y Nidhogg: Las serpientes de la luz ardieron en luna creciente

Por: Joel Cruz @joel.cruz.ar

Antes del Halloween estuvo el pecado original. Antes del Samhain, estuvo la agotadora espera por su llegada. Ese domingo 5 de octubre no era para comulgar con la hostia y el vino de consagrar. El Movistar Arena se perfiló como eje de peregrinación profano; enalteciendo al caído, al adversario de la fe en la templanza y la resurrección eterna. Parecía que Gustave Doré ilustrara con su grabado un millar de ángeles blasfemos con cara sucia y chamarras de cigarrillo con humo de Absolut Vodka.

El lienzo de la víspera cubrió el escenario fomoriano. Nidhogg abrió las llagas del black metal de Europa Central, ya que su filmina de templos en ruinas siempre es bienvenida. ¡Claro! Siempre y cuando su lumbre redentora sea tenue, moribunda. Su oscuridad de su acto rechazó el orgullo de vitrales en honda policromía. Gritos de lamentos esquizoides y el vértigo de la santidad rota abonaron el suelo. Quizás no fueron nada especial, pero la verdad, sí. Tal vez sea la marca de Caín que tenemos en nuestras entrañas lo que nos impide sorprendernos ante tanta pernicia.

Foto cortesía: @daniel.rodriguezph

Las maldiciones echadas al aire jugaron póker para evitar el vacío. Los primeros ecos de la multitud resonaron al ritmo de una condena. ¿Esta vida es una cadena perpetua por tener la excomunión como agua que purifica la cabeza? ¿Es el metal la morfina que soporta un dolor que duerme por olvido o ignorancia? ¡Hagan sus conjeturas!

Después de todo, si hay algo que causa deleite en el círculo social de largas melenas metaleras, son las especulaciones y las teorías de conspiración urbanas o extraterrestres, según convenga. Galileo Galilei estaría orgulloso de la escena, se los aseguro. Gloria en las cavernas a quienes dan su pellejo por el chisme, mientras la verdad les pasa de lado. ¡En fin!

Después, llegó el death metal  que se ha dedicado desde el 87 a traspasar con filo de lanza romana la divinidad del mesías y el sopor infernal de Florida: Deicide. Glen Benton y compañía se plantaron en la noche como si estuvieran negociando un pacto turbio con el más allá; como si los panfletos de una guerra inconclusa le estuvieran cobrando a su frontman su promesa rota hace un cuarto de siglo (recuerden que él ya superó los 33 años de edad).

Foto cortesía: @daniel.rodriguezph

‘Dead by Dawn’, ‘Scars of the Crucifix’ y ‘Once upon the Cross’ sonaron tan fieles a sus orígenes, que el anatema fue uno solo con el vulgo. El setlist (en total)se inclinó inevitablemente al rito del disco físico en acetato; al disco compacto y en el caso más coloquial, el casete pirata, marcado artesanalmente con bolígrafo tono sangre y evaluación de matemáticas perdida. En perspectiva, uno vuelve a las canciones que hizo suyas a escondidas; principalmente cuando ser adolescente rebelde implicaba negarse a ir a misa, con temor al látigo de barrio y con aversión al Eccehomo de parroquia modesta. Enhorabuena, Colombia es un país laico, ¿cierto?

El humo sonoro de azufre y quejidos dantescos llegaría con Behemoth. Nergal, Inferno y Orion,  tres «reyes magos» de la posguerra que sirvieron de puente entre el hombre y la entidad maligna, llegando a la cúspide de lo anticlerical, no como rockstars,sino como lacayos de lo execrable. El mundo ha tenido que girar demasiado para que la banda polaca clave con autenticidad sobre el suelo de santuario su evangelio pestilente. «Que el vino de Sodoma llene nuestras bocas, ¡Hosana! ¡Hosana!, que el pecado de Gomorra honre nuestros corazones…», pues así reza su clásico ‘Blow your trumpets Gabriel’.

Behemoth y su encarnación del odio anticristiano por su parte, poseen una dirección escénica decididamente llamativa (la cual no decepciona), en especial desde que la belleza y filosofía de las tinieblas han tomado rumbos más masivos. Esto no es precisamente una traición imperdonable a las normas del radicalismo; de ser así, un buen número de magníficas agrupaciones poco conocidas no se preocuparían por transmitir un performance con grandes ambiciones teatrales…¡Y vaya que existen!

Foto cortesía: @daniel.rodriguezph

En la profundidad del pensamiento individual (por mucho que el metal a veces sea una costumbre colectiva), descansa la respuesta silenciosa de quienes creen a Adam Nergal Darski y su séquitouna pantomima de alto presupuesto, o una invocación genuina al espíritu planetario de Marte, traducido en ‘Bartzabel’. Naturalmente, su último montaje en Bogotá respondió formidablemente a la selección de los temas, por lo que las inmortales ‘Ora Pro Nobis Lucifer’ y ‘Christians to the lions’ se han convertido a través de las giras, los vuelos internacionales y en las horas de carretera, en el espejo de un grupo que se ha opuesto a ser rutinario, resucitando de formas que el propio Lázaro lo mira con envidia, pecado capital de los incapaces y los cobardes.

La noche terminó con humo de comida rápida (embutido extravagante), frío y transporte público imposible. No hubo lluvia, pero sí la inclemencia del frío sabanero que rememora la corriente de la laguna Estigia: la frontera entre la vida y la muerte, tal como Bogotá a altas horas de la madrugada por los lados de El Campín o por las proximidades del Parque El Virrey, ustedes escojan. 

Fotos cortesía: @daniel.rodriguezph

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