Fontibón, Bogotá – 31 de mayo de 2025
Crónica
Vía: Sala 101 Fontibón
En una “cuadra que no existe” en el centro de Fontibón, se encuentra la Sala 101. Y digo que no existe porque, curiosamente, al transitar de la carrera 100 a la 102, la 101 parece haberse borrado del mapa. Esta es precisamente la anécdota que me comparte Carlos Alfonso, director del lugar, quien decidió bautizar así este espacio alternativo, como un guiño a lo que no sigue los caminos convencionales.
En medio de un entorno urbano lleno de movimiento y comercio, descubrí una escuela que rompe con los esquemas tradicionales. Desde el primer paso, se siente: la Escuela 101 no es un lugar donde las materias se aíslan en horarios rígidos. Aquí la música, la danza, el teatro, la robótica y las artes visuales dialogan. Se cruzan. Se transforman.
Aunque lleva dos años desarrollándose, fue entre abril y junio de 2025 que, con el respaldo del Ministerio de Cultura, la Escuela 101 abrió Una beca de acceso sin costo al público, interesados en un modelo pedagógico alternativo, centrado en la creación y la tecnología. Su corazón es un espacio tipo maker: un laboratorio donde los estudiantes aprenden haciendo, equivocándose y volviendo a crear.La inspiración viene de muchas fuentes: la metodología STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas), el movimiento hazlo tú mismo, y sobre todo, las propuestas vivas de los propios docentes y directivos, que han hecho de este modelo algo verdaderamente transdisciplinar. Lo que presencié no fue una clase, sino una experiencia. Niños tocando violín mientras otros programan robots que bailan. Jóvenes diseñando escenografías mientras compañeros imprimen piezas 3D para sus propias obras teatrales.

Durante el recorrido, una madre me compartió algo que me conmovió profundamente:
“Mi hijo llegó a la Escuela 101 con una capucha sobre la cabeza, sin querer hablar con nadie. Hoy, lo veo en el escenario del taller de teatro, con su rostro encendido y su voz firme. Esta escuela le devolvió la confianza.”
Otro padre me contó cómo su hijo, inscrito en robótica, sorprendió a la familia confesando que lo que más había aprendido no fue programación, sino la capacidad de hablar en público, algo que desarrolló gracias a las dinámicas colaborativas de la clase maker.
Y no se trata solo de estudiantes de Fontibón. Algunas familias viajan desde lugares tan distantes como Choachí. De hecho, llevan dos años llegando puntualmente antes que todos, motivados por el impacto que esta escuela ha tenido en la vida de sus hijos.
Carlos Alfonso, el director, lo resume así:
“Queremos ofrecer una formación integral, donde el arte y la tecnología se complementen para preparar a nuestros estudiantes para los desafíos del siglo XXI. Nuestro programa consta de cuatro semestres. Aquí se gradúa quien aprende a trabajar en grupo, a integrar saberes, a explorar. No necesariamente quien sea el más virtuoso, sino quien se atreve a construir su propio camino.”

Ese espíritu de libertad y exploración se respira en cada rincón. La Escuela 101 parece haber sido creada para quienes nunca encajaron en la rigidez del sistema educativo. Aquí se cultiva la autonomía, el autoaprendizaje, la creatividad y la confianza.
El calendario es inclusivo: las inscripciones se abren en enero y julio. Los menores de 13 años asisten los sábados por la mañana; los mayores de 13, entre semana.
La oferta de formacion es tan amplia como la imaginación de sus estudiantes: violín, piano, guitarra, canto, danza, teatro, robótica, artes visuales y más.
Antes de salir, me detuve frente al televisor del pasillo. Un estudiante exponía sus dibujos: líneas llenas de energía que, animadas, lanzaban al aire una nota musical que se convertía en una constelación de engranajes. Fue imposible no sonreír.
La Escuela 101 no es solo un lugar donde se enseña: es un lugar donde se sueña.
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📍 Sala 101 – Editorial de prensa
