Por Jasa Rehm
Con el título, desde el comienzo lo que se debe hacer es abandonar toda esperanza. Esta es una obra punk, sin finales felices, princesas de colores o inclusiones forzadas. Fósforos Mojados es otra historia dentro de las tantas que se escriben a diario en el hermoso y soñado mundo de la música independiente. Cuando Sebastián decide mirar hacia atrás, se da cuenta que tenía otro número de camisa y talla de pantalones, pero hoy día, el mismo peso en punk, aunque sin cresta…
Cali todavía pasa por esas experiencias. Cada día, en cada barrio, jóvenes gritan y sueñan con llevar la bandera negra que deje huella en su comunidad sonora. Así que este puede ser el retrato del pasado, presente y seguramente del futuro; del metal, rock, punk, reggae, todo lo que vaya en contra de un mundo ortodoxo lleno de reglas innecesarias.
Bautizar la película con lo que podría ser el nombre de una banda punk (en cada párrafo estoy usando esta palabra, como si así lo repitieran los protagonistas), viene siendo una causalidad. No estoy seguro que los padres de familia atormentados llamaran así a sus hijos y vecinos de cresta, pues estamos en Colombia, aquí las denominaciones de repulsión no son tan poéticas.
No faltó la historia de amor, atravesada, como en la garganta, llena de ira, frustración y otra vez de punk. No es muy lejana de esas que nos tocó vivir de adolescentes, fue versión triste, con arrepentimiento y falta de valor, parecida a esas en las que uno ve comer por no haberse sentado de primeras.
El director aprovecha para recuperar su juventud y presenta un set de canciones originales para la obra (canciones de su época) y darle ese toque vivencial de cuando tenía pelo y se fugaba de la casa para buscarse problemas y sumarle los de intentar hacer una banda, lo que le sirvió después para hacer cine.
Rescatando también esas memorias del punk caleño (e internacional), en 2017 aparece “Robo” un documental del mismo director que conecta con los fósforos, revelando lo que antes se consideraba un mito para la música de crestas y que ahora se convierte en otro atractivo de la farándula musical del país. Sugerencia de mi amiga Sonia: ver el documental después de la peli.
Al ir preparado a ver una película de esta temática, esperaba más sangre, patadas, muerte y vísceras. Por el contrario, es una experiencia de más risas que rabia. Tampoco es un musical de Disney, pero logra ese híbrido entre lo suavemente bizarro y una película apta para toda la familia. Por supuesto tiene un lenguaje altísimamente punk, a veces de usar diccionario, otras de sumar a nuestro hermoso léxico de barrio.
Como en toda mención de Cali en cualquier cosa, la palabra “salsa” aparece como si no se hiciera otra música en el Valle. Y las paradas obligadas para la bailada no se hicieron esperar…
Hasta el final esperé a ver si salía un hada madrina con alas para hacer la magia, lo imposible: hacer prender los fósforos, pero hasta a la pelea le faltaron dientes volando, como en pogo punk que se respete.
Hay que verla, sí, en cines duró muy poco (lo habitual para el caso del cine independiente), cosa que no permitió que muchos de los sabiondos de las memorias del rock nacional hicieran su análisis de ladrillo de Facebook. Esperamos en 2023 tener una nueva oportunidad.
Género: Drama
País: Colombia
Año: 2021
Duración: 98 minutos
Dirección: Sebastián Duque
Producción: Lina Rizo
Distribuidora: DOCCO